Empezamos a contar







No sé cómo iniciar, siempre me resultó difícil transmitir mis ideas. Pero lo vamos a intentar, es probable que se me vaya la onda del orden gramatical de las palabras, ya saben; sujeto, verbo y predicado.  Puede que se me salga lo salvadoreño al escribir. Algunos escribimos como hablamos y es todo un problema al leerlo ja ja ja ja. 

La biblia dice en el Salmos 127 3: "HERENCIA DE DIOS SON LOS HIJOS, COSA DE ESTIMA, FRUTO DE TU VIENTRE. COMO SAETAS EN MANO DEL VALIENTE, ASÍ SON LOS HIJOS HABIDOS EN LA JUVENTUD" 

Dios me permitió disfrutar de dos hermosos hijos durante mi juventud, así que voy a explicarles lo que entiendo por "saetas en manos del valiente" 

En primer lugar utilizaremos el significado de saeta como flechas, creo que todos conocemos las flechas, algunos me dirán que han cambiado mucho que no son aquellas de maderita a la antigua. Lo importante es ubicarnos que una saeta es una flecha que funciona con un arco. No importa lo novedoso de esas flechas y ese arco, la flecha siempre se seguirá lanzando en busca de una dirección y hacia un objetivo. Quién la use, va a tratar de apuntar lo más correcto que sea posible, va a jalar fuerte hacia atrás, despacio para no perder el objetivo y cuando esté listo, soltará la flecha con la esperanza de dar en el blanco. ¿Te imaginas? Al escribirlo pienso en mis dos bendiciones. Si la biblia dice que son saetas en manos del valiente, ese valiente soy YO. 

El 15 de abril del 2005 nació mi primer saeta, wow!!! uno de los momentos más hermosos en mi vida. Tenía tanto que aprender, observo, toco, conozco y poco a poco voy tomando ese arco, veo la dirección, el objetivo hacia dónde tendré que soltar mi primer saeta. El 22 de junio del 2007, llega a mis manos la segunda saeta. No está demás decir que ninguna flecha es igual. Aunque sentía que tenía experiencia con la primera, tenía que practicar poner en el arco está nueva saeta. Había algo que me decía que tenía que iniciar de cero o quizás desde el uno, pero tenía que iniciar. Entonces decidí seguir observando, aprendiendo de ambas saetas en mis manos. Había colocado la primera en mi arco y sentía que había mejorado en mi postura, había algo de seguridad en mi. Intento hacer lo mismo con la segunda y me doy cuenta que no es lo mismo, que debo cambiar mi estrategia. Debo de pararme diferente para que la flecha se acomode en el arco. Veo que puedo dirigirla diferente a la primera. Puedo darme cuenta que tengo el arco en mis manos, es de lo único que tengo el control, al final, sabes que deberás soltarlo y tu único propósito solo es guiar y soltar. Durante todo ese tiempo de practica, mientras conoces a tus flechas y te acomodas con ellas, te vienen a la mente muchas preguntas. ¿Qué pasó en mi vida? ¿Escogí la mejor estrategia? ¿Sabré cuándo es el momento, el tiempo correcto para soltarlos? ¿Estoy apuntando hacia la dirección correcta? ¿Hice algo para dañar a cada saeta? ¿Las lastimé y no me di cuenta? etc. 

Tengo 43 años y puedo responder cada una de esas preguntas, claro que sé las respuestas. Lo más seguro es que al momentos de lanzarlas, las lancé con heridas, dañadas o fracturadas. Intenté varias veces para ponerlas muy bien en el arco, mi ansiedad hacia que me preguntará si lo estaba haciendo perfecto, así que lo intenté más de una vez porque no me sentía segura. Tenía que sentir que estaban bien colocadas en el arco, dudé de la dirección y el objetivo. Aún siento dudas y ya las solté. Entre tantos intentos segurísimo les dejé heridas. 

Eso me hace pensar en mí, yo también soy una saeta. Recuerdo a mis padres, mi hogar, mi familia. Con seguridad puedo decir que soy una saeta rota, un tanto descuidada y con muchos rasguños. Ahora sé que en manos de PAPÁ estoy siendo restaurada y esas heridas han ido sanando. Ahora de grande no cubro mis heridas, las expongo para que sanen completamente. Sé que mis padres hicieron lo que creyeron lo mejor para mí. Yo también hice lo mismo con mis hijos. Sin embargo, no pude evitar dejar heridas y rasguños en sus vidas. Ahora me toca a mí, sanar, perdonar y corregir. En medio de ese proceso fui aquella joven valiente que tuvo sus propias saetas en sus manos. Esa herencia que Dios me dio, fruto de mi vientre. 

Pueda ser que mis hijos me pregunten algún día ¿Má cómo sano cada herida? ¿Cómo le hiciste para sanar las tuyas? Les he contado tantas anécdotas de mi infancia que saben que yo tenía que sanar mucho. Creo que mi respuesta sería decirles que todos sanamos de formas diferentes, el proceso no es el mismo para todos ni tampoco el tiempo. Lo que a mí me funciona no puede funcionar para otros. El único punto en el cual todos vamos a coincidir en en el "QUERER SANAR" el cómo lo hagas y en cuánto tiempo, eso será lo distinto. El primer paso que vamos a tener en común será querer sanar. 

A lo mejor sonará extraño, pero cuando el papá de mis hijos se fue de la casa fue lo mejor que me pudo pasar. (algunos van a afirmar esto con una sonrisa en su rostro) Después de 6 años, aun recuerdo aquel 24 de diciembre del 2014. Mi corazón dolía tanto, se fracturaba cada segundo, sentía que el dolor me iba a matar. El 1 de Enero del 2015, el padre de mis hijos dijo que se iba definitivamente de casa. Ahora pienso que ese día, Dios inició una labor firme y dura en mi vida. PAPÁ sabía que podía soportarlo y dijo aquí voy! Sin saber el por qué se iba de casa, sin comprender su decisión tan repentina de abandonarnos yo le pedía a Dios que me mostrará lo que yo no podía ver. Créanme que no entendía en significado de mis palabras, solo se lo pedía a cada momento, cada día que pasaba. Pensé que Dios tenía que mostrarme mis errores, como esposa tuve que cometer muchos para que eso me estuviera pasando, era lo que pensaba. Así que insistía en que Dios me mostrará y bueno! Dios lo comenzó a hacer. 

Cuando pasas por un momento de separación, de abandono de tu esposo, la verdad es que pocas mujeres estarán seguras de saber qué pueden pedir. En mi caso no tenía claros mis pensamientos, la situación de aquel momento era tan confusa, difícil. Mi mente no lograba comprender tantas cosas. Recuerdo que dije que no me iba a dar por vencida, oraba a Dios, pedía tantas cosas, aún recuerdo las vocecitas de mis hijos clamando a mi lado por sus papá, llorando conmigo. ¡Gracias hijos por eso! En aquellas oraciones Dios hacia lo suyo en mi vida y no dudo que en la de mis hijos también. En medio de aquellos problemas, de esa situación Dios puso en mi corazón encontrar todo lo que debía arreglar, sanar, corregir. Estaba dispuesta a ser una nueva persona. No sabía lo que iba a pasar, ni cómo lo iba a lograr, pero si había algo que tenía que corregir lo haría. Esa decisión solo Dios pudo ponerla en mí. Esa gota de derramó mi vaso, fue lo que necesitaba para iniciar un gran proceso en mí y Dios estaba ahí. Entonces continué pidiendo "muéstrame". 

Ahora que lo pienso, es una petición loca, dura y atrevida, muy arriesgada. Debes estar preparado para hacer semejante petición. No sabes lo que vendrá pero te puedo asegurar que vas a experimentar mucho dolor, enojo, rechazo, frustración, depresión y más. Al menos fue lo que yo pasé. A mis hijos les diría que tal vez el proceso no fue el mejor, el correcto, el ideal para ellos en aquel momento, pero yo quería sanar y solo Dios sabía cómo sería ese tiempo y mi proceso. Ese año 2015 comencé a hablar de mi vida, de mis raíces, de mi pasado, de situaciones que jamás había hablado. En medio del dolor que causaba el abandono de mi esposo yo experimentaba el dolor de abrir mis heridas pasadas. Heridas que por años cubrí con venditas o "curitas" para que nadie las viera, tocara o me lastimarán más. Aún con ese dolor inexplicable, estaba segura que tenía que descubrirlas para que sanaran totalmente. 

Cuando uno llega a la iglesia, te presentan el evangelio "religioso", voy a tratar de explicarlo sin que sientan que quiero imponer aquello de vive como quieras que no pasa nada. Llegas a la iglesia, te hablan de Jesús el hijo de Dios y te dicen que tienes que servirle a ese Dios. Cuando empieces a servirle, Dios va a ir sanando esas heridas. Esfuérzate por ser mejor persona y entonces Dios te va a bendecir. Entonces, como persona, comienzas a vivir el evangelio más religioso que te puedes imaginar. Dices: Está fácil, yo creo en ese Jesús que envió Dios a este mundo, memorizó versículos de la biblia, ayudo en la iglesia con escuela dominical, escuela bíblica de vacaciones, campañas evangelísticas, obras de teatro, el grupo de música o grupos en casa, voy a repartir pan con café y hasta ayudo a construir el templo. De esa forma le voy a demostrar a los demás que sí creo en Jesús, Dios verá mi esfuerzo y entonces seré bendecido. 

Sin saberlo, estamos poniendo venditas a nuestras heridas, las estamos cubriendo. Sin querer, esa iglesia te enseñó a esforzarte para buscar el agrado de Dios, para comprar esa bendición. Es posible que aquí salgan aquellos que digan, ¡te equivocas! yo siempre les digo que entreguen sus cargas, sus heridas a Dios y él las va a sanar. Yo les diría Sí!!! por supuesto! Dile a Dios cada herida, cada dolor que tienes. Llora! enójate! reclámale por qué no estuvo ahí, pregúntale por qué lo permitió, por qué tú. 

Les recuerdo que estoy hablando de mí y no de otras personas. Por experiencia te digo que lo hice más de una vez, lloré, me enojé, le reclamé y respiré! Nunca tuve a nadie que me orientará para trabajar lo que cada herida me dejo. Nunca tuve a nadie con quién hablar sin temor a que me juzgarán o peor nunca lo hablé por medio a que no me guardara el secreto. No sabía que podía leer otros libros que pudieran ayudarme, ya saben, solamente la "palabra de Dios" y casi era pecado mencionar que podía ayudarme un psicólogo.  

Mañana, les escribo más.

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